¿Por qué Maduro permitió la candidatura de Edmundo?
EE UU mejoró su juego. El de la dictadura es inusualmente difícil de leer.
Para la dictadura en Venezuela la candidatura opositora de Edmundo González Urrutia no es muy diferente a la de Corina Yoris. Tanto el ex diplomático como la académica gozan de una buena reputación y fueron elegidos por la Plataforma Unitaria. Ninguno genera desconfianza en amplios sectores de la oposición. Y el respaldo de María Corina Machado significa que ambos podrían atraer un porcentaje de votos considerablemente superior al de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales.
¿Por qué entonces el Gobierno impidió la inscripción de Yoris y no ha bloqueado, al menos por el momento, la candidatura de González Urrutia?
Algunos dicen que el lobby de los presidentes de Brasil y Colombia, Luis Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro, explica en buena medida por qué Maduro no ha descalificado al nuevo abanderado de la oposición. Yo pienso que el factor determinante no fue la presión de los países vecinos, sino la de Estados Unidos. Después de meses cometiendo errores, la administración Biden finalmente ha logrado colocarse en una posición donde tiene poder para negociar con Maduro. La gran pregunta es si la dictadura estará una vez más manipulando a la Casa Blanca.
EE UU ha manejado con torpeza su política hacia Venezuela. Su principal error fue un significativo levantamiento de sanciones petroleras a cambio de promesas que era muy probable que el régimen chavista incumpliera —como de hecho ocurrió. Sí, este alivio de sanciones acarreaba una amenaza de restitución en abril si la dictadura ignoraba sus compromisos, una amenaza que EE UU terminó cumpliendo. Pero Maduro siempre supo que Biden no quería, y no le sería fácil, revertir el levantamiento, lo cual despojó a la Casa Blanca de su poder de negociación.
¿Por qué la promesa de reinstaurar las sanciones era poco creíble, a pesar de que a EE UU no le quedó más remedio que cumplirla?
En primer lugar, no es común que un país restablezca restricciones tan importantes después de eliminarlas. Las sanciones no son como los interruptores que se utilizan para encender y apagar un bombillo. Por ejemplo, la petrolera francesa Maurel & Prom firmó un acuerdo con Venezuela el pasado noviembre, poco después del levantamiento. Es difícil imaginar que antes de negociar con Maduro, esta empresa no haya obtenido garantías de EE UU de que, en caso de un restablecimiento, obtendrían una licencia como la que recibieron hace unos días. Una acción grande suele tener grandes implicaciones.
En segundo lugar, EE UU actuó desde el inicio de una manera que disminuyó su poder para presionar a la dictadura. No es un secreto que la Casa Blanca quiere intentar algo nuevo en Venezuela. En más de una ocasión funcionarios estadounidenses han declarado a los medios que no están satisfechos con las sanciones y enumerado las múltiples razones, incluyendo las migratorias y las energéticas, por las cuales prefieren eliminarlas.
El tema de la migración es clave por sus implicaciones electorales en EE UU. Maduro sabe que a Biden le preocupa que ese problema complique su reelección. Tanto él como otros líderes chavistas han aludido varias veces al hecho que un retorno de las sanciones podría llevar a un aumento de los flujos de migrantes venezolanos en la frontera sur de EE UU.
En resumen, la Casa Blanca parecía no darse cuenta de que, al manifestar en público su descontento con las sanciones y el deseo de levantarlas para disminuir la migración, socavaban la credibilidad de su ultimátum. EE UU tenía una política que se saboteaba a sí misma.
Como era de esperar, la dictadura no hizo lo que se comprometió a hacer a cambio del levantamiento. Además de incumplir sus promesas, intensificó la represión y continuó cerrando espacios políticos a sus adversarios, ratificando la inhabilitación de María Corina Machado y bloquendo la inscripción de la candidata sustituta, Corina Yoris. Ante esta situación, la Casa Blanca se vio obligada a escoger entre dos malas opciones: admitir que la amenaza de restitución no era seria o reimponer una política con la que no estaba a gusto. Al final tuvo que elegir la segunda.
Sin embargo, al anunciar que revertiría el levantamiento —o que no renovaría la famosa licencia 44— la administración Biden hizo una movida inteligente.
El retorno de las sanciones afectará a Petróleos de Venezuela de dos maneras. La primera es que le pondrá un techo al lento crecimiento de la producción de crudo, que ahora será menor al que se proyectaba antes del restablecimiento. La segunda es que debilitará las finanzas de PDVSA porque la petrolera estatal se verá obligada una vez más a recurrir a intermediarios y ofrecer descuentos en los precios.
Pero EE UU abrió un espacio que puede ser aprovechado por la dictadura para suavizar el impacto. El Departamento del Tesoro, al mismo tiempo que emitía un permiso que da un tiempo a las petroleras de abandonar sus negocios en Venezuela, informó que las compañías del sector podrían presentar solicitudes para licencias específicas.
Biden dio entender a la dictadura que, a cambio de concesiones, estaba dispuesto a entregar licencias que podrían mitigar los efectos del restablecimiento de sanciones. Un funcionario estadounidense declaró incluso que la decisión de revertir el levantamiento no era definitiva y que la Casa Blanca seguía dispuesta a negociar con Maduro para avanzar hacia la celebración de unas elecciones competitivas. De esta manera aumentó su poder de negociación. Y tal vez utilizó ese leverage para lograr que Maduro no bloqueara la candidatura de Edmundo González Urrutia como lo hizo antes con la de Corina Yoris.
Ahora bien, nada de esto cambia el hecho de que el poder de las sanciones para crear condiciones que faciliten una transición probablemente sea sobrestimado. La dictadura se cuida de no hacer concesiones que pongan bajo riesgo su supervivencia. Maduro siempre preferirá vivir con cualquier tipo de restricción antes que permitir un escenario peligroso en que el poder pueda escurrírsele de las manos. Y una elección contra un candidato que le lleva una ventaja amplia en las encuestas podría representar ese escenario.
Por esta razón cabe preguntarse cuál es el juego de Maduro. ¿Estará una vez más manipulando a EE UU, esperando que el Departamento del Tesoro otorgue licencias a un grupo de empresas antes de bloquear la candidatura de Edmundo González Urrutia, cancelar las elecciones o hacer algo que las convierta en una pantomima?
Pronto se sabrá.