En el último mes, reportes de varios medios sobre investigaciones de Estados Unidos vinculadas a supuestas donaciones del narcotráfico a aliados del presidente mexicano Andrés López Obrador (AMLO) sacudieron las relaciones entre EE UU y su vecino del sur.
AMLO atacó a los periodistas, descalificando como "mercenario" a uno de ProPublica y revelando información personal de otro del New York Times, al mismo tiempo que insinuaba que había una conspiración mediática en su contra dirigida por el Departamento de Estado. Exigió incluso una disculpa de Biden, advirtiendo que las acusaciones podrían afectar las conversaciones bilaterales sobre migración.
La reacción del gobierno de Biden ha sido discreta, centrándose en aclarar que no hay ninguna investigación abierta en EE UU contra AMLO. Tras los reportes iniciales, Biden se puso en contacto con el presidente mexicano para distender tensiones. En el resumen de la llamada que divulgó la Casa Blanca, no se mencionaron las acusaciones infundadas de AMLO contra los periodistas y el Departamento de Estado. Sin embargo, Biden sí expresó su gratitud a México por tomar medidas para disuadir la migración irregular.
Este incidente ilumina una realidad más amplia: líderes populistas y autoritarios como AMLO y el venezolano Nicolás Maduro se han beneficiado de la crisis fronteriza estadounidense. La dependencia de EE UU de otros países para reducir la migración ha limitado su capacidad para abordar otras prioridades de su política exterior, como la lucha contra la corrupción y la defensa de la democracia.
La factor electoral
La inmigración es uno de los principales desafíos de Biden. El pasado diciembre se estableció un nuevo récord en la frontera sur de EE UU, con alrededor de 250.000 cruces ilegales, la cifra mensual más alta hasta la fecha. Esto eleva el total a más de 6 millones desde que Biden asumió la presidencia.
Para Biden, esta crisis representa no sólo un reto en sí mismo, sino también un obstáculo para su reelección. Las encuestas revelan que la mayoría de los estadounidenses piensan que Donald Trump manejaría la crisis migratoria mejor que él. El GOP está enfocado en explotar esta debilidad, y el buen desempeño de la economía bajo Biden aumenta la probabilidad de que siga haciéndolo durante la campaña. El reciente acuerdo sobre la frontera del Senado colapsó porque Trump, consciente de que Biden es vulnerable en el tema migratorio, presionó fuertemente a los republicanos en el Congreso para que lo rechazaran.
EE UU depende de México para aliviar la crisis migratoria. Además de aceptar deportados que no son mexicanos, el gobierno de AMLO tiene el poder para limitar el número de personas que viajan hacia el norte con una política conocida como "contención", que consiste en reforzar la seguridad en la frontera sur de México con Guatemala y dificultar el paso de los migrantes por el país.
A finales de diciembre, en medio del fuerte aumento de cruces ilegales, Biden envió a México al secretario de Estado, Antony Blinken, y a otros altos funcionarios para buscar una manera de lidiar con el recrudecimiento de la crisis. AMLO aceptó ayudar a frenar la migración y el número de cruces se desplomó durante el mes siguiente.
No debe exagerarse cuánto influyó México en el descenso, ya que la migración tiende a disminuir en enero y febrero. Sin embargo, el leverage de AMLO en su relación con Washington probablemente aumentó después de diciembre, lo cual ayuda a entender su reacción agresiva a los reportes de los medios y la respuesta tímida de Biden.
También ayuda a explicar por qué la oposición mexicana acusa a EE UU de hacerse de la vista gorda mientras AMLO debilita o intenta socavar instituciones de su país como el principal organismo electoral, la prensa libre y el Tribunal Supremo de Justicia.
Durante una visita reciente a Washington, la candidata presidencial de la oposición, Xóchitl Gálvez, criticó a EE UU por enfocarse excesivamente en la migración y el tráfico de fentanilo mientras ignora los ataques de López Obrador a las instituciones democráticas.
Gálvez se enfrenta a la protegida de AMLO, Claudia Sheinbaum, la favorita para ganar las elecciones en junio. Sin embargo, no está compitiendo bajo condiciones justas, ya que el presidente mexicano está utilizando la maquinaria estatal y el presupuesto federal para ayudar a Sheinbaum.
Pero Biden, que necesita a AMLO para su reelección, se niega a decir palabra sobre estas señales claras de retroceso democrático en México.
El caso de Venezuela
El pasado octubre, Estados Unidos levantó las draconianas sanciones al petróleo y oro venezolanos tras un acuerdo firmado en Barbados entre el dictador Nicolás Maduro y la Plataforma Unitaria que agrupa a los principales partidos de oposición. El acuerdo establecía una serie de compromisos para celebrar elecciones presidenciales competitivas este año, incluido el inicio de un proceso para levantar las inhabilitaciones a todos los candidatos.
Maduro también accedió a aceptar vuelos de deportación desde EE UU, marcando el fin de una suspensión de cuatro años.
La administración Biden tenía varias razones para implementar este cambio de política. En primer lugar, las sanciones no lograron facilitar una transición democrática. Inicialmente, ejercieron una enorme presión sobre el régimen, pero Maduro logró capear la tempestad y reafirmarse en el poder.
El petróleo fue otro factor. Aunque Venezuela no aumentará su producción lo suficiente para impactar la oferta mundial y los precios, el levantamiento beneficia a las refinerías del Golfo de EE UU que se alimentan de crudos pesados como el venezolano, y podría ayudar a reducir los riesgos crecientes del mercado petrolero.
Una tercera razón —y tal vez la más importante— es la migración. Casi ocho millones de personas han huido de Venezuela, escapando de la crisis humanitaria. En 2023, si excluimos a México, no hubo una nacionalidad con un número más alto de «encuentros» en la frontera estadounidense. El aumento de cruces ilegales de diciembre fue impulsado en parte por la migración venezolana.
Con el alivio de las sanciones, la Casa Blanca esperaba lograr dos cosas. Primero, darle un impulso a la economía de Venezuela para que la gente no sintiera la necesidad de emigrar. Segundo, asustar a los migrantes y desalentar los cruces ilegales mediante la reanudación de los vuelos de deportación.
La migración como leverage
Como Maduro rara vez respeta sus compromisos, EE UU condicionó el levantamiento de las sanciones: se restablecerían en abril si el régimen no cumplía su parte del trato.
Previsiblemente, Maduro no cumplió. Pocos días después de la firma del acuerdo de Barbados, María Corina Machado ganó las primarias de la oposición venezolana. Aunque el gobierno permitió que se celebraran las elecciones, las saboteó de numerosas maneras, censurando la cobertura de los medios, bloqueando el servidor para impedir la totalización de resultados y descalificando la votación como un "megafraude". Además, el Tribunal Supremo, controlado por el régimen, decidió "suspender" los resultados.
Desde entonces, Maduro ha incumplido sistemáticamente el acuerdo. Activistas de la sociedad civil y miembros de la oposición han sido detenidos o atacados violentamente por grupos progubernamentales. Sedes de partidos políticos y asociaciones civiles han sido vandalizados, y la prohibición de Machado fue ratificada recientemente por el Tribunal Supremo.
¿Por qué se comportaría así el régimen cuando las sanciones están en juego? Maduro no suele hacer concesiones que lo puedan poner en peligro, incluso si eso significa renunciar a ingresos petroleros. Entre el alivio de las sanciones y la preservación del poder, siempre elegirá lo segundo.
Pero Maduro también entiende que Biden no quiere reimponer sanciones por la crisis fronteriza. No sólo es consciente de que la Casa Blanca quiere reducir la migración venezolana a toda costa, sino que también sabe que EE UU depende de México y AMLO aboga por el régimen venezolano. Varias veces el presidente mexicano ha instado públicamente a Biden a tomar un conjunto de medidas para reducir la migración, entre ellas eliminar las sanciones contra Cuba y Venezuela.


Maduro no disimula su uso de los migrantes como moneda de cambio. En enero, después de que el régimen ratificara la inhabilitación de Machado e iniciara una nueva ola de represión, a Biden no le quedó otra alternativa que reimponer sanciones al oro y amenazar con restablecer las petroleras si no se permitía la candidatura de la líder opositora. En respuesta, Maduro dejó de aceptar vuelos de deportación procedentes de EE UU.
Tanto en el caso de México como en el de Venezuela, es evidente que la crisis fronteriza, con sus importantes implicaciones electorales, ha repercutido en la política exterior estadounidense. La migración ha limitado la capacidad de la administración Biden para defender la democracia.
Sin embargo, Estados Unidos debería reconocer que ignorar el retroceso democrático podría a largo plazo agravar el problema en su frontera. Si Venezuela, Cuba y Nicaragua fueran naciones libres, es probable que la migración desde estos lugares disminuyera.
Aunque la crisis fronteriza afecta a la política exterior estadounidense, lo contrario también puede ser cierto.