Cómo la oposición venezolana acorraló a Maduro el 28J (parte II)
O por qué no debemos subestimar los logros de la Plataforma Unitaria
(Lea aquí la parte I del ensayo).
La campaña admirable
La Plataforma Unitaria tuvo suerte de que el régimen permitiera la candidatura de González Urrutia. Pero otro bloque en su torre de aciertos fue cómo supo aprovechar al máximo esa apertura para convencer a millones de que era posible forzar un cambio de gobierno mediante una victoria electoral.
Durante los siguientes meses, María Corina Machado recorrió Venezuela de punta a punta promoviendo la candidatura de su sustituto. A pesar de la falta de recursos, el hostigamiento y la censura en los medios, su campaña generó una emoción que ningún otro líder había suscitado desde el ascenso de Hugo Chávez. Incluso en los pueblos más pequeños y remotos, multitudes se congregaban para recibirla y aclamarla con un fervor casi religioso.
Machado confrontó escollos a cada paso: la dictadura persiguió y encarceló a muchos de sus colaboradores; cerró o multó negocios que le prestaban servicios a su campaña; bloqueó carreteras para limitar sus movimientos; y hasta desmanteló los vehículos que la transportaban.
Sin embargo, el empeño en sabotear su misión tuvo un efecto opuesto al deseado por el Gobierno. Videos de Machado sorteando obstáculos insuflaron a su travesía un sentido épico. Imágenes de la líder opositora enfrentando a funcionarios de una alcabala que pretendían impedirle el paso o navegando un río en un peñero para burlar el cierre de una vía fueron replicadas por cientos de miles de usuarios en las redes sociales. Machado transformó el esfuerzo de la dictadura por subyugarla en una oportunidad para mostrar su indomable espíritu de lucha, ganándose la admiración de muchos de sus compatriotas.
La líder opositora también tocó una fibra íntima de los votantes al hacer hincapié en la reunificación familiar, prometiendo en sus discursos reavivar la economía para que las millones de personas que han migrado puedan regresar al país. La elección empezó a ser vista por muchos como una ocasión para propiciar un reencuentro con sus seres más queridos.
El éxito de esta campaña se confirmó con cifras concretas: los venezolanos fueron a votar en masa el 28 de julio y eligieron a Edmundo González Urrutia por una mayoría aplastante.
El fraude del siglo
Desde que ascendió al poder, el chavismo siempre se ha concentrado en hacer trampa antes del voto, como lo hizo también en esta elección. La lista de tácticas abusivas es larga e incluye: inhabilitación de candidatos, restricción del acceso a los medios, cooptación de partidos opositores, uso de dinero público para la campaña, prohibición de la observación internacional, detención arbitraria de adversarios políticos y supresión masiva del sufragio (en estos comicios se impidió participar a 4 millones de venezolanos en el exterior).
La razón por la cual el Gobierno enfoca allí sus esfuerzos es que el sistema electoral cuenta con salvaguardas que permiten defender el voto una vez emitido. La ley venezolana establece que los sufragios deben ser registrados en actas: documentos impresos por las máquinas de votación al finalizar el proceso que muestran los votos de cada candidato. Una copia del acta se entrega a los representantes de todos los partidos —los «testigos»— presentes en los centros. Este papel es la corroboración física de la información que se envía digitalmente al Consejo Nacional Electoral, entidad que, a su vez, tiene la obligación de publicar en su página web los resultados totales, segregados por mesa y centro de votación. Los datos divulgados por el CNE deben corresponder a los que poseen los testigos.
La oposición logró recolectar un poco más del 80 por ciento de las actas, un porcentaje que, debido a la amplia ventaja con la que ganó, es suficiente para probar su victoria. ¿Cómo se robó la elección el régimen? Aunque hubo un sinfín de irregularidades, la principal fue que el CNE anunció que Maduro ganó con 51,2 por ciento del voto sin mostrar, como lo requiere la ley, los resultados por mesa electoral. Hasta el día de hoy no ha publicado esa información, a pesar de la presión de la comunidad internacional.
Reunir las pruebas del fraude, sin embargo, no era una tarea fácil. La oposición tuvo que prepararse durante meses, organizando con decenas de miles de voluntarios una estructura que le permitiera obtener las actas en las 30.000 mesas electorales. En muchos centros hubo cadenas de colaboradores que se encargaron de garantizar el traslado seguro de estos documentos a puntos de escaneo digital que la oposición misma estableció en localidades estratégicas.
Esta labor monumental no solo requirió organización, sino también coraje. En algunos lugares representantes del oficialismo trataron de impedir el acceso a las actas. Abundan reportes en los medios de testigos opositores que lograron sacarlas de los centros escondiéndolas en su ropa interior o las páginas de un libro, para luego llevarlas, escoltados por otros voluntarios, a los sitios donde se escaneaban.
Al final los intentos de sabotaje del Gobierno fracasaron. La oposición obtuvo la mayoría de las actas y las publicó de inmediato en una página web accesible para cualquier persona. Subirlas a internet fue una movida inteligente por varias razones. En primer lugar, ha permitido que diversas organizaciones internacionales, organismos especializados en observación electoral, algunos de los medios más reputados del mundo, y un creciente número de académicos e investigadores analicen y verifiquen los resultados. Esto, a su vez, ha dificultado que la comunidad internacional ignore las acusaciones de fraude.
En segundo lugar, la página web ha complicado el esfuerzo del régimen por imponer su versión de lo ocurrido el 28 de julio dentro del país. Algunos testigos del oficialismo han revelado anónimamente a los medios que creyeron en la victoria de Maduro hasta que notaron que las actas impresas que recibieron al final de la votación coincidían con las que la oposición publicó en internet. Para la dictadura es difícil convencer a la población de su triunfo cuando todo el mundo tiene acceso a las pruebas del fraude.
El precio del éxito
El triunfo de Edmundo González Urrutia desató la peor ola de represión en los 25 años que el chavismo lleva en el poder. En los primeros días después de la elección estallaron protestas en numerosos estados del país, muchas de ellas en zonas pobres que solían apoyar al oficialismo. El régimen las reprimió con violencia, iniciando una campaña feroz que persiste hasta hoy y cada día cobra más víctimas.
Fuerzas de seguridad y grupos civiles armados han incurrido en prácticas que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha calificado como terrorismo de estado, incluyendo detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, persecusión judicial, abuso de la fuerza, hostigamiento, y restricciones a la libertad de asociación, reunión y expresión. Al menos 25 personas han sido asesinadas y 2.400 detenidas, entre ellas una docena de periodistas y más de un centenar de niños y adolescentes.
En internet han circulado videos que muestran a madres desesperadas suplicando por la liberación de sus hijos, policías que irrumpen en los hogares de activistas para secuestrarlos, viviendas de opositores marcadas en la fachada con una «X», y fuerzas de seguridad que se jactan en las redes sociales de sus abusos, en algunos casos mostrando a las víctimas disculpándose por sus supuestos delitos. Los esbirros de la dictadura han llegado al extremo de revisar sin motivo los teléfonos celulares de la gente en la calle para arrestar a quienes tengan mensajes críticos contra el Gobierno en sus chats privados. El lunes la Fiscalía General emitió un orden de detención contra González Urrutia, quien ahora se encuentra en la clandestinidad.
Todo esto, sin embargo, es una muestra de vulnerabilidad por parte del régimen. Esta escalada represiva es consecuencia de la victoria electoral opositora y la incapacidad de Maduro de ocultar o al menos disimular su fraude. Las amenazas que enfrenta la Plataforma Unitaria pueden verse como el precio de su éxito. La presión deriva de haber logrado lo que hace apenas un año muchos consideraban imposible: derrotar a la dictadura en su propio terreno y con sus propias reglas. Es difícil predecir si la oposición venezolana sobrevivirá los coletazos de la represión y cumplirá su objetivo final de democratizar Venezuela. Pero, considerando lo que ya ha alcanzado, sería un error subestimarla.
(Lea aquí la parte I del ensayo).