Taylor Swift, Tolstói y los «hooks» de Brolin
En una entrevista que no recuerdo dónde vi, el actor Josh Brolin dijo uno de los comentarios más agudos y útiles que he escuchado sobre la creación de un personaje ficticio.
Brolin hablaba de su método como actor, pero creo que su observación aplica también a la literatura.
En la actuación, explica Brolin, uno puede pasar 90 por ciento del tiempo investigando al personaje o reuniendo información sobre él sin que eso lleve a ninguna parte. Averiguas todo de su familia, su pasado, su profesión, sus relaciones; ensayas tonos de voz, gestos, expresiones… y el personaje sigue sin cobrar vida.
Y luego, en ese 10 por ciento restante, algo hace clic. Puede ser un dato en apariencia trivial como que el personaje nunca mira a su esposa cuando conversan; o que alza el mentón y encoge los labios como un pececito al exhalar el humo del cigarrillo; o cosas que revelán mucho más sobre su carácter, como el hábito deliberado de interrumpir a subordinados para recordarles quién tiene el poder en la relación… en fin, un detalle real, en el que el creador o actor cree, y que sirve de ancla para descubrir o construir el resto. Una pequeña verdad que «abre un universo entero» —palabras de Brolin— y a partir de la cual el personaje por fin comienza a tomar forma.
Eso es lo que el actor llama los hooks —los ganchos. Y esos hooks pueden valer mucho más que meses de investigación.
Uno de los personajes más logrados de Guerra y Paz de León Tolstói es el príncipe Nikolái Bolkonsky, un general retirado y próspero que vive en su finca rural en Bald Hills con su hija, la princesa Mary. El viejo príncipe es inteligente, culto, austero, disciplinado y profundamente racional, pero también gruñón, despótico, autoritario, y con un déficit de empatía que con frecuencia degenera en crueldad.
En un episodio famoso de la novela, el príncipe Vasili Kuragin, un aristócrata ambicioso y oportunista, viaja a Bald Hills con el objetivo de arreglar un matrimonio entre su hijo Anatole y la princesa Mary. Aunque considera a Mary socialmente inepta y poco atractiva, sabe que heredará una gran fortuna de su padre Nikolái. Como Anatole es frívolo, perezoso e irresponsable, Vasili busca asegurarle un futuro estable mediante ese matrimonio. Calcula que tiene posibilidades de lograrlo porque Anatole es un joven apuesto y encantador que podría atraer a una mujer retraída e insípida como Mary.
Pero el viejo zorro Nikolái Bolkonsky no es tonto y entiende bien cuáles son las motivaciones de Vasili:
Prince [Nikolai] Bolkonsky sat down in his usual place in the corner of the sofa, and drawing up an armchair for Prince Vasili pointed to it, and began questioning him about political affairs and news. He seemed to listen attentively to what Prince Vasili said, but kept glancing at [his daughter] Princess Mary.
“And so they are writing from Potsdam already?” he said, repeating Prince Vasili’s last words. Then rising, he suddenly went up to his daughter.
“Is it for visitors you’ve got yourself up like that, eh?” said he. “Fine, very fine! You have done up your hair in this new way for the visitors, and before the visitors, I tell you that in the future, you are never to dare to change your way of dress without my consent.”
“It was my fault, mon père,” interceded Lise with a blush [Nikolai’s daughter-in-law].
“You must do as you please,” said Nikolai, bowing to his daughter-in-law, “but she need not make a guy of herself, she’s plain enough as it is.”
And he sat down again, paying no more attention to his daughter who was reduced to tears.
«She’s plain enough as it is».
Para mí esta es la escena en la que Nikolái Bolkonsky cobra vida como personaje. Esa tendencia a decir exactamente lo que piensa, sin importar las consecuencias, es uno de esos hooks a los que se refiere Brolin.
Hay una particularidad en esta «honestidad» de Nikolái que es reconocible en muchas personas, aunque a veces con leves variaciones. El príncipe se precia de ser un hombre racional, honesto, apegado a los ideales de la Ilustración. Alguien que siempre habla sin rodeos y dice las cosas como son. Se podría decir que, de forma inconsciente, disfraza su crueldad y faltad de empatía con un manto de racionalidad y franqueza.
Pero hay otra capa de complejidad que no debe pasarse por alto. La princesa Mary, como hija soltera, ha sido durante años la asistente y compañera de vida del príncipe Nikolái, cuya esposa murió joven. Si se casa con Anatole, lo dejaría solo en su finca. La violencia con que Nikolái responde al verla vestida y arreglada para recibir a su pretendiente está motivada, en parte, porque detecta en ella una disposicion a abandonarlo. Todo esto —su temperamento, su falta de empatía, su visión de sí mismo como un straight shooter, su escepticismo hacia Vasili, y su temor a la soledad— se combina para provocar esa cruel reacción.
Lo cual me lleva a un reciente intercambio con mi hija Eva.
Como casi media humanidad, Eva es una fanática empedernida de Taylor Swift. Su amor por la música de Swift es tan genuino que, en varias ocasiones, le he pedido que escuchemos juntos sus canciones favoritas y que trate de explicarme por qué le gustan tanto.
Mientras escribía esta reflexión, buscando las palabras correctas para describir a Nikolái, sentía vagamente que estaba tocando un tema sobre el que, hace poco, había leído u oído algo iluminador. Entonces me vino a la mente una línea de una canción de Taylor Swift, All to well, que escuché en una de esas sesiones con Eva:
So casually cruel in the name of being honest
Es un giro de frase ingenioso que de inmediato llamó mi atención. Y, aunque alude al fin de una relación amorosa, decribe muy bien a Nikolái. Resume sin quererlo el «hook» que ayudó a Tolstói a darle vida a uno de sus más grandes personajes.