Unas reflexiones sueltas sobre tres aciertos de la Plataforma Unitaria a dos semanas de las elecciones presidenciales del 28 de julio.
Unidad, unidad, unidad
A primera vista, la unidad detrás de una candidatura no luce como un gran logro. Pero hasta hace poco la oposición estaba bastante dividida y el Gobierno ha invertido muchas energías y recursos en profundizar estas divisiones.
Una de sus herramientas más eficaces ha sido la infiltración. Mediante métodos que probablemente incluyen el chantaje, el soborno y la extorsión, la dictadura no solo ha logrado «voltear» a adversarios o enlistar como colaboradores a políticos, activistas, encuestadores y analistas; también ha logrado fabricar partidos “opositores” cuya función no es enfrentar a Maduro, sino ayudarlo a marginar a la oposición real y crear un simulacro de democracia. En este terreno donde pululan traidores y agentes dobles, no es fácil alcanzar la unidad.
¿Cómo entonces se ha logrado? En buena medida porque la Plataforma Unitaria cuenta con líderes comprometidos con la lucha por la democracia. Pero también por otros dos factores. El primero es las primarias, un mecanismo a través del cual se escogió y legitimó una nueva jefa de la oposición, María Corina Machado. De esos comicios no solo surgió una líder, sino una líder con una autoridad difícil de cuestionar por la amplia ventaja con la que triunfó.
El segundo factor fue la moderación del discurso de MCM, así como su creciente pragmatismo. Esto ha hecho más fácil que sus adversarios en la oposición la acepten y más difícil que la critiquen con los argumentos con los que solían criticarla. Por ejemplo, cuesta más seguir atacando a MCM por su radicalismo e intransigencia si ella ahora se muestra más abierta que antes a negociar con Maduro una transición e incluso ofrecerle garantías a los chavistas. Todos esto ha contribuido a que la oposición haya logrado forjar la unidad.
Irradiar entusiasmo de afuera hacia adentro
Otro gran acierto de la oposición fue concentrar primero sus esfuerzos no en la capital, sino el interior del país.
Salir a la calle se había vuelto un tema casi tabú en la capital, en parte porque la ciudad ha sido el epicentro de las protestas opositoras y la brutal represión del Gobierno. Los traumas de las víctimas, las detenciones arbitrarias y las torturas, así como la frustración por los múltiples intentos fallidos de derrotar a la dictadura, no solo desmovilizaron a Caracas, sino que también la despolitizaron. Cuando la gente se esfuerza tanto sin recibir nunca una recompensa, comienza a sentir que ya no logrará nada, independientemente de lo que haga o deje de hacer. Eso ocurrió en la capital. Muchos se resignaron a vivir en dictadura e intentaron adaptarse lo mejor posible a esa realidad. En ese gradual proceso de capitulación también influyeron las medidas modestas de liberalización de la economía a partir de 2019 y el espejismo de prosperidad (“Venezuela se arregló”) que ellas generaron.
Pero asumir que ya no se pueden cambiar las cosas impide ver las oportunidades de cambiar las cosas. Y eso fue lo que el interior del país recordó a Caracas. Los actos masivos de María Corina, cuyas imágenes han sido replicadas por cientos de miles de usuarios en las redes sociales, lograron lo que hasta hace poco parecía inalcanzable: convencer de nuevo a la gente que el cambio es posible y que vale la pena seguir batallando.
Las candidaturas proxy
“Si Barinas pudo, Venezuela puede”. Este eslogan se refiere a las elecciones en ese estado en 2022. En aquel proceso la oposición, nombrando a un candidato sustituto para burlar la práctica habitual del Gobierno de descalificar a sus adversarios, alcanzó una victoria (efímera) que algunos erróneamente vieron como imposible. Por eso muchos han adoptado el mantra de que, si en esos comicios se pudo, también se puede ganar las presidenciales utilizando la misma estrategia de los candidatos proxy.
Nunca me ha convencido ese eslogan porque no es lo mismo una elección local que una presidencial. En Barinas no estaba en juego la supervivencia personal de Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y el resto de la cúpula chavista. Para la dictadura, dejar que la oposición gane en un estado no implica un riesgo existencial.
Tampoco creo que MCM piense diferente a mí: ella sabe que ambos ejemplos no son equiparables. Su decisión de aceptar que alguien la sustituyera probablemente no fue el resultado de Barinas, sino de darse cuenta que no tenía más opciones si quería preservar su recién asumido rol de líder de la oposición. Es decir, de un cálculo político.
Pero de igual modo Barinas contribuyó, hasta cierto punto, a otro de los grandes aciertos de la oposición: mantener la lucha en el ruedo electoral a través de una candidatura proxy que el Gobierno no pudo o no se atrevió a bloquear. Esto, a su vez, le ha permitido movilizar al país en torno a un meta y así complicarle lo más posible a Maduro su plan de preservar el poder sin apoyo popular.
No hay garantía de que la oposición tendrá éxito, pero los fracasos anteriores no le están impidiendo ver la oportunidad de cambio. Y, como he dicho antes, sin esa actitud optimista y ese espíritu de lucha, una victoria improbable pero posible se convierte en una derrota segura.