¿Presionará EEUU a Maduro en 2024? (Parte II)
Por qué la oposición venezolana no debe esperar demasiado de la administración Biden
El canje de Alex Saab
(Leer aquí la parte I del ensayo)
El 14 de diciembre todo indicaba que EE UU no tendría más opción que revertir el levantamiento o al menos reinstaurar algunas sanciones. Habían transcurrido dos semanas desde el 30 de noviembre y Maduro aún no liberaba a los presos estadounidenses.
Aunque bajo condiciones inaceptables para muchos, la dictadura había permitido que los candidatos opositores acudieran al TSJ. Pero Washington no podía describir esta concesión como un avance si la ganadora de las primarias se negaba a presentarse ante el tribunal. Y María Corina Machado reafirmó ese mismo día que no apelaría su inhabilitación.
Lo que se esperaba que ocurriera no sucedió: Biden no restableció una sola sanción. Y ahora es evidente que, durante esas semanas, la Casa Blanca estaba haciendo todo lo posible para no tener que revertir el levantamiento.
El 15 de diciembre, en un giro inesperado, María Corina Machado acudió al TSJ, contradiciendo con ese acto lo que había dicho el día anterior. Quien informó sobre esta movida no fue su equipo ni la Plataforma Unitaria, sino la Embajada de EE UU para Venezuela (con sede en Colombia) a través de sus redes sociales, dando a entender que Washington estaba al tanto de la decisión de María Corina y acaso había influido en ella.
¿A qué se debió este brusco cambio de opinión? ¿Por qué Machado decidió desdecirse de esa manera, sabiendo que la dictadura luego explotaría esta contradicción? Al salir del tribunal, la líder de la oposición no dio una explicación convicente al giro. Pero declaró: «Estamos en contactos con aliados que han establecido compromisos y han dado garantías e incentivos importantes para que este proceso de negociación avance». Lo más probable es que la Casa Blanca la haya convencido de acudir al TSJ, quizá exagerando las posibilidades de que el régimen la habilitara. En algún momento esa información saldrá a la luz y se sabrá a ciencia cierta qué ocurrió.
Lo que ya sabemos a ciencia cierta es que ese mismo día Biden firmó un perdón para Alex Saab con la intención de entregárselo a Maduro a cambio de los 10 prisioneros estadounidenses, el famoso fugitivo conocido como Fat Leonard, y dos decenas de presos políticos venezolanos, incluyendo el recién detenido, Roberto Abdul. Este canje fue anunciado el 20 de diciembre.
Con la liberación de los prisioneros y la decisión de María Corina de acudir al TSJ, Biden logró, a través de un artilugio, que Maduro cumpliera con sus compromisos.
¿Por qué se liberó a Alex Saab?
El levantamiento de sanciones no es una concesión cualquiera, sino la carta de negociación más valiosa que tiene en su poder EE UU. Para Maduro significa recibir un ingreso adicional de unos 10 mil millones de dólares en un año electoral. En octubre Blinken hizo dos exigencias iniciales, relativamente modestas, a cambio del levantamiento: iniciar el proceso para habilitar a los candidatos y comenzar a liberar a los presos. Alex Saab no era parte de la ecuación. ¿Por qué la Casa Blanca decidió entregar esta ficha también valiosa para obtener lo que debía recibir por el levantamiento?
Una respuesta posible es que Biden no solo intercambió a Saab por los presos, sino que obtuvo algo más de Maduro, tal vez la promesa de habilitar a María Corina. El problema con esta hipótesis es que ya ha transcurrido suficiente tiempo como para dudar de que la habilitación fue parte del canje.
Una tesis más creíble es que Biden, por varios motivos, se sintió obligado a hacer esa concesión adicional. El primero es su renuencia a revertir el levantamiento. Si Maduro no soltaba a los presos estadounidenses, la Casa Blanca tendría que reinstaurar sanciones y antes de hacer eso prefirió ofrecerle al régimen una carta irresistible.
El segundo motivo es humanitario. Después del levantamiento y el comunicado de Blinken, los familiares de los prisioneros dieron como un hecho la liberación de sus seres queridos. Para la administración Biden era difícil explicarles que, a pesar de esa importante concesión, Maduro no cumpliría con sus exigencias.
El tercero es que revertir el levantamiento hubiese sido una admisión de que se había cometido un error al relajar sanciones por adelantado a cambio de promesas. Después de todo, la dictadura chavista tiene un historial de romper sus compromisos y negarse a hacer cualquier tipo de concesión que ponga en riesgo su permanencia en el poder. Era previsible que esta vez tampoco cumpliera.
Pero estas razones no deben distraernos de un error grave cometido en las negociaciones: la administración Biden ha podido obtener lo mismo sin entregar a Saab. En balance, Maduro ha dado muy poco a cambio de mucho. Apartando la liberación de los presos, aceptó que Estados Unidos deportara a migrantes venezolanos a Venezuela (una concesión menor); realizó una jornada para actualizar el registro (que dejó mucho que desear); recibió una visita de observadores del Centro Carter (un gesto insignificante); y acordó un procedimiento para la revisión de las inhabilitaciones (una medida que no tiene valor si no se habilita a Machado).
¿Cómo habría reaccionado Maduro si Biden le propone en octubre levantar las sanciones a cambio de estas modestas concesiones? Es probable que le hubiese arrancado esa oferta de la mano. Pero la Casa Blanca tuvo que darle a Maduro más de lo necesario por la manera torpe como condujo la negociación.
Lo peor es que incluso con la liberación de los presos Maduro no cumplió con sus compromisos. La Casa Blanca anunció el 20 de diciembre que a cambio de Saab el Gobierno de Venezuela se había comprometido a liberar a 21 presos políticos venezolanos además de los 10 estadounidenses y Fat Leonard. Sin embargo, la organización no gubernamental Foro Penal denunció este mes que la dictadura solo excarceló a 16 y de los 21 prisioneros de Venezuela. Y uno de ellos, Roberto Abdul, no goza de libertad absoluta. El TSJ le impuso una medida cautelar de presentación cada dos semanas.
Simular progreso
A la luz de estos eventos, no sería irresponsable concluir que EE UU está más interesado en simular que se avanza en las negociaciones que en el progreso real de las negociaciones.
Desde la firma del acuerdo de Barbados, Maduro ha irrespetado lo que se suscribió allí y mostrado una clara disposición a no cumplir con las dos exigencias del comunicado de Blinken. En vez de reconocer esta realidad, la administración Biden, para no tener revertir el levantamiento, ha hecho un esfuerzo por camuflarla.
En primer lugar, presionó tanto al Gobierno como la oposición para crear este supuesto mecanismo de revisión de las inhabilitaciones cuyo objetivo, al parecer, no fue tanto lograr que se habilitara a María Corina, sino simular que Maduro avanzaba en esa dirección.
En segundo lugar, entregó a Saab para lograr la liberación de los presos en parte con la intención de aparentar que Maduro estaba cediendo cuando la realidad es que no había cedido un milímetro, y por eso tuvieron que darle esa concesión adicional.
¿Quiere decir esto que a EE UU no le interesa ayudar a los demócratas venezolanos? No necesariamente. Yo creo que a la Casa Blanca le gustaría mucho ver una transición en Venezuela. Pero simplemente, por sus propios intereses migratorios y energéticos, no quiere revertir el levantamiento y Maduro lo sabe, lo cual disminuye el valor de las sanciones como instrumento de negociación.
Y las sanciones son, o eran, el principal mecanismo de presión. Su potencial para incentivar un cambio de comportamiento en la cúpula tal vez sea sobrestimado, pero no su poder para agudizar divisiones y crear conflictos entre los que quieren beneficiarse económicamente del levantamiento y los que priorizan la preservación del poder político.
Por eso la oposición debe reajustar su estrategia para adaptarse a esta nueva realidad. La presión para que Maduro realice unas elecciones libres tendrá que venir, fundamentalmente, desde adentro.
@alejandrotarre