Un fenómeno que siempre me ha interesado es el de las injusticias que, al volverse tan normales en ciertas sociedades, dejan de ser vistas como tales.
Actos crueles que quienes los cometen no reconocen como crueles. Discriminación que no se ve a sí misma como discriminación.
Mark Twain explora este tema en Las aventuras de Huckleberry Finn, una novela sobre un niño, Huck, que huye de su padre alcohólico y, junto a un esclavo fugitivo, Jim, se embarca en un viaje en balsa por el rio Misisipi. A lo largo de la historia, Huck tiene una serie de encuentros que lo obligan a cuestionar normas de una sociedad profundamente racista.
En el capítulo XXXII, Huck llega a la granja de los Phelps —el tío Silas y la tía Sally—con la intención de rescatar a Jim, recientemente capturado y vendido a esa familia. Al ser confundido con un adolescente al que los Phelp están esperando, Huck decide seguirles la corriente y hacerse pasar por ese joven. Cuando la tía Sally le pregunta porqué llegó tan tarde, Huck justifica su retraso con una mentira que se suma a la inicial: en el barco de vapor en el que venía explotó una culata (un “cylinder-head”).
A continuación, el intercambio entre Huck y la tía Sally:
“It warn’t the grounding — that didn’t keep us back but a little. We blowed out a cylinder-head.” [dice Huck]
“Good gracious! Anybody hurt?” [dice la tía Sally]
“No’m. Killed a nigger.”
“Well, it’s lucky; because sometimes people do get hurt. Two years ago last Christmas, your uncle Silas coming up from Newrleans on the old Lally Rook, and she blowed out a cylinder-head and crippled a man…”
“Well, it’s lucky”….
Es decir, el negro no cuenta como “alguien”. En Estados Unidos, el racismo era tal en en esa época que ni siquiera la tía Sally, una mujer buena como el pan, se da cuenta de la crueldad de sus palabras. Discriminación que no se ve a sí misma como discriminación.
Mark Twain, sin embargo, va mucho más allá y nos obliga a preguntarnos si la consciencia individual sirve de algo cuando el entorno social tiene el poder de atrofiarla como instrumento para distinguir entre el bien y el mal.
En el capítulo XVI, Huck siente de pronto remordimiento por haber ayudado a escapar a Jim, que había sido, hasta su huida, esclavo de Miss Watson. Huck vivió durante un tiempo con Miss Watson y le tiene una gran aprecio, lo cual agudiza su dolor de consciencia.
Que a estas alturas Huck se haya encariñado con Jim y lo considere su amigo no disminuye su sensación de culpa.
Escuchémoslo:
Conscience says to me, “What had poor Miss Watson done to you, that you could see the nigger go off right under your eyes and never say one single word? What did that poor old woman do to you, that you could treat her so mean? Why, she tried to learn [teach] you your book, she tried to learn [teach] you your manners, she tried to be good to you every way she knowed how. That’s what she done.”
I got to feeling so mean and so miserable I most wished I was dead.
En el capítulo XXXI, Huck vuelve a sentir ese mismo remordimiento, pero esta vez es tan intenso que, impulsivamente, le escribe una carta a Miss Watson informándole dónde está su esclavo.
Sin embargo, después de pensar en la bondad y lealtad de Jim, reflexionar sobre la entrañable amistad que los une y recordar todas las aventuras que han vivido juntos, decide romper la carta antes de enviarla (énfasis mío):
I took it up [la carta a Miss Watson], and held it in my hand. I was a-trembling, because I’d got to decide, forever, betwixt two things, and I knowed it. I studied a minute, sort of holding my breath, and then says to myself:
“All right, then, I’ll go to hell”—and tore it up.
It was awful thoughts, and awful words, but they was said. And I let them stay said; and never thought no more about reforming. I shoved the whole thing out of my head, and said I would take up wickedness again, which was in my line, being brung up to it, and the other warn’t. And for a starter I would go to work and steal Jim out of slavery again…
¡Qué escena!
Huck elige hacer el bien, pero él no lo ve así: en su mente, negarse a delatar a Jim equivale a condenarse por voluntad propia al infierno. No solo eso: Huck tiene una imagen tan negativa de sí mismo que interpreta su decisión como una prueba más de la falta de integridad moral que lo ha marcado desde su nacimiento. El capítulo es uno de los momentos cumbre de la literatura norteamericana.
Mark Twain una vez describió Huckleberry Finn como…
…a book of mine where a sound heart and deformed conscience come into collision and conscience suffers a defeat…
Debo decir que a mí no me gusta nada esta descripción, porque creo que no le hace justicia a la sutil y compleja realidad que ilumina la novela. Dentro de un sistema discriminatorio e injusto, donde abusos terribles son vistos como normales, una persona puede sentir genuino remordimiento por una acción sin darse cuenta de que esta acción solo constituye una “falta” si se acepta como legítimo ese orden profundamente inmoral.
Esta es una observación tremenda por parte de Twain, con implicaciones filosóficas y metafísicas que me hacen pensar en autores tan dispares como Dostoyevski, David Simon y Jorge Luis Borges. No solo plantea preguntas fundamentales sobre el bien y el mal, la iniquidad estructural y las limitaciones morales del ser humano, sino también sobre la naturaleza de la consciencia y la realidad —todo ello disimulado bajo el estilo sencillo y directo de Twain y la aparente simplicidad de las aventuras de Huck y Jim mientras navegan en una balsa por el río Misisipi.