Cómo la oposición venezolana hizo posible lo inconcebible
El 28 de julio, Venezuela celebrará elecciones presidenciales. Es la primera vez en más de una década que la oposición tendrá una oportunidad real de impulsar una transición hacia la democracia a través del voto.
Hay muchas razones para no ser demasiado optimistas. En el último mes, el gobierno de Nicolás Maduro ha dado señales de que está dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder, aumentando la represión e inclinando aún más a su favor el terreno electoral.
Sin embargo, la líder opositora María Corina Machado ha estado recorriendo el país de punta a punta, atrayendo a grandes multitudes en cada pueblo y ciudad que visita. Su candidato sustituto, el ex diplomático Edmundo González Urrutia, encabeza las encuestas con una ventaja de más de 20 puntos.
Para permanecer en el poder, el régimen tendría que cometer un fraude descomunal con la atención del mundo enfocada en el país y una oposición organizada decidida a defender los resultados de las elecciones. No importa cuán férreo sea su control, Maduro preferiría no estar en una situación tan incómoda. Pero, contra todo pronóstico, sus rivales han conseguido arrinconarlo allí con una estrategia inteligente, un talante heroico y una pizca de suerte.
¿Cómo se convirtió lo inconcebible en una posibilidad real?
Renovarse para resucitar
Hace apenas un año la oposición estaba dividida y desmoralizada, resignada a que la dictadura seguiría gobernando Venezuela durante mucho tiempo. Algunos líderes comenzaron a comportarse como si hubieran capitulado, buscando maneras de coexistir con Maduro en lugar de continuar batallando contra él.
La división era comprensible. En cualquier gran coalición política, después de años de lucha sin alcanzar el éxito, surgen diferencias sobre los objetivos y la estrategia. En ese sentido la Plataforma Unitaria, que agrupa a los principales partidos opositores, no es una excepción.
Además, la oposición ha tenido que enfrentar la campaña de Maduro para infiltrarla y dividirla. A través de su control del Poder Judicial y métodos perniciosos como el chantaje, el soborno y la extorsión, la dictadura no sólo ha maniobrado para convertir en colaboradores a sus antiguos adversarios, sino que también ha cooptado a partidos tradicionales y aprobado la formación de nuevas agrupaciones cuya función es ayudar al régimen a marginar a la oposición real y simular una democracia. En este ambiente de desconfianza donde nadie cree en nadie, no es fácil lograr la unidad.
¿Cómo hizo la oposición para salir de ese foso de división, suspicacia y desesperanza?
La respuesta corta es renovando su liderazgo. A finales de 2023, la Plataforma Unitaria organizó unas primarias para elegir a su candidato. La elección, ganada por María Corina Machado con más del 90% de los votos, fue un éxito rotundo. Movilizó a la oposición en todo el país y llevó a millones de personas a las urnas, poniendo punto final al largo periodo de desencanto.
Las primarias también le dieron a la Plataforma Unitaria una líder indiscutible, con una legitimidad popular que no tiene competencia dentro de la coalición. Este acto de validación no puede subestimarse, ya que ha hecho mucho más difícil para Maduro dividir e infiltrar a sus adversarios.
Sin embargo, incluso antes de las primarias, el gobierno había inhabilitado políticamente a Machado, y a principios de este año, el Tribunal Supremo, apéndice legal de la dictadura, reafirmó la prohibición. Esta situación planteaba un dilema: si Machado insistía en competir, la oposición corría el riesgo de dividirse entre los partidarios de ella y los que promovían presentar una candidatura viable.
La alternativa era elegir por consenso a un candidato suplente. El riesgo aquí era que Maduro continuara inhabilitando aspirantes hasta que se quedara con uno servil, permitiéndole así elegir a su adversario. Al final la oposición decidió arriesgarse con la opción del sustituto y, tras un intento fallido de inscribir la candidatura de una académica llamada Corina Yoris, logró colar a Edmundo González Urrutia como candidato con la aprobación de Machado. Desde entonces, ella ha atravesado el país promoviendo a González. Los rumores de que Maduro también podría inhabilitarlo a él no se han materializado.
Aciertos y desaciertos de EE UU
Estados Unidos ha desempeñado un rol en esta saga. En octubre pasado, poco antes de las primarias y después de meses de negociaciones secretas entre Washington y Caracas, el gobierno de Venezuela firmó un acuerdo con la oposición en Barbados para realizar unas elecciones presidenciales libres y justas en el segundo semestre de este año. A cambio, Estados Unidos suspendió las sanciones petroleras.
El levantamiento era condicional. La Casa Blanca advirtió que volvería a imponer las restricciones en seis meses si el gobierno no cumplía varios compromisos, entre ellos la habilitación de Machado. Como era de esperar, Maduro incumplió su parte del trato y Estados Unidos se vio obligado a reinstaurar las restricciones en abril.
A lo largo de este proceso, el gobierno de Biden ignoró principios básicos de negociación, actuando de manera que disminuía su capacidad para presionar a la dictadura. En varias ocasiones, funcionarios de la Casa Blanca expresaron a los medios su desagrado por su propia política de sanciones, vinculándola a problemas como la crisis migratoria en Venezuela y los miles de migrantes venezolanos que llegan a diario a la frontera sur de Estados Unidos (en septiembre pasado, la cifra de detenciones rondó los 50.000). Maduro era plenamente consciente de que controlar la frontera era una prioridad electoral para Biden, lo cual reducía el poder de negociación de Washington. ¿Por qué Maduro iba a hacer concesiones importantes si la Casa Blanca enviaba señales claras de que no estaba satisfecha con las sanciones y no quería reimponerlas para no alentar la migración?


Sin embargo, la administración Biden hizo una jugada que podría haber salvado la candidatura de Edmundo González al anunciar que reinstauraría las restricciones petroleras: permitió a las empresas del sector presentar solicitudes de licencias individuales para operar en Venezuela.
A Maduro debió agradarle esta noticia. Las autorizaciones, si se concedían, podrían mitigar los efectos negativos del regreso de las sanciones. Esto aumentó el leverage de Estados Unidos en el momento crucial en el que la oposición intentaba registrar a un candidato suplente. Aunque pocos conocen a ciencia cierta qué ocurrió entre bastidores, las autorizaciones tal vez explican por qué Maduro, después bloquear la inscripción de Corina Yoris, decidió permitir la candidatura de González Urrutia. Quizá la Casa Blanca utilizó las licencias extraer esta concesión. Irónicamente, en este esfuerzo podrían haber colaborado empresas interesadas en las autorizaciones que, aunque dicen sin un ápice de vergüenza preferir la estabilidad de la dictadura a la inestabilidad de una transición, tienen relaciones con Maduro y pueden influir sobre él.
Lo más difícil está por venir
Las probabilidades de una transición en Venezuela siguen siendo bajas. La dictadura controla todos los resortes del poder. En las últimas semanas, la represión se ha intensificado, con casi 80 detenciones arbitrarias de personas vinculadas a la oposición. El acoso del gobierno a Machado es feroz: cierra los negocios que visita, bloquea carreteras para limitar sus movimientos y hasta desmantela los vehículos que la transportan. Más importante aún, el gobierno sigue empleando sus tácticas habituales para socavar el derecho al voto y restringir la capacidad de la oposición de supervisar la votación y tener testigos en las mesas electorales.
El nerviosismo de Maduro es comprensible. Tanto él como los demás altos funcionarios de su gobierno y del ejército enfrentan cargos en Estados Unidos y otros 30 países. La Corte Penal Internacional investiga crímenes contra la humanidad presuntamente cometidos por el régimen. El riesgo de terminar en una prisión es demasiado alto.
Muchos analistas han propuesto que Estados Unidos ofrezca inmunidad judicial a Maduro y a su círculo a cambio de que cedan el poder. Aunque es un buen consejo, es importante aclarar que, en este momento, esta propuesta no luce atractiva para la cúpula de la dictadura. Conlleva demasiada incertidumbre; las amenazas legales provienen de demasiadas jurisdicciones. Ningún gobierno puede ofrecer a Maduro una alternativa más segura a permanecer en la presidencia.
Es necesario forzar al régimen a una situación en la que el riesgo de perder el poder sea lo suficientemente alto como para que una oferta de este tipo resulte tentadora. Este es el verdadero desafío. La oposición venezolana merece todo nuestro reconocimiento por haber hecho este escenario más factible de lo que se creía posible hace muy poco tiempo.
.